Yo cuidador

Feminismo del autocuidado

Se atribuye el origen de esta teoría del autocuidado feminista a Dorothea Orem, quien lo definió como «Una conducta que aparece en situaciones concretas de la vida, y que el individuo dirige hacia sí mismo o hacia el entorno para regular los factores que afectan a su propio desarrollo y actividad en beneficio de la vida, salud y bienestar».

Pareciera algo tan evidente como simple, pero vivimos en un mundo donde las políticas laborales y el consecuente ritmo acelerado de vida contemporánea, sumados a los roles heredados de la sociedad patriarcal, hacen sonar banal la necesidad de que las mujeres se atiendan y procuren a sí mismas. El feminismo del autocuidado es una invitación, hasta cierto punto subversiva, a reconstruir y sanass esquemas mentales, a reapropiarnos de nuestro cuerpo y de nuestra sexualidad, a hacernos cargo de nuestro presente y de nuestras emociones, para contactarnos desde dentro, y sin miedo, con los cambios positivos que queremos ver en el mundo. El autocuidado, desde la perspectiva de género feminista, introduce conceptos como autoestima y reapropiación del cuerpo, al convertirse en un acto consciente de amor propio hacia la construcción de las mujeres como protagonistas de su propia vida, dueña de su cuerpo y de su sexualidad en todas las etapas de su vida.

Sobre la necesidad de entender políticamente el cuerpo y el bienestar, la escritora afroestadounidense Audre Lorde (1934-1992) dijo lo siguiente: «cuidar de mi misma no es un acto de autoindulgencia, es autopreservación», un postulado muy en la línea de la máxima feminista radical: «lo personal es político». Así, en medio de un mundo tan violento para las mujeres, el autocuidado es una manera de desafiar la desigualdad, la injusticia, la inseguridad y la violencia. Explica la antropóloga colombiana Vivian Martínez Díaz: «Es una herramienta de lucha, defensa y resistencia ante los tres sistemas de opresión que reinan en el mundo, y que se traducen en injusticias sociales, económicas, epistémicas: el capitalismo, el colonialismo y el patriarcado».

Lo cierto es que el estrés y el cansancio cobran facturas importantes en el cuerpo y en la salud física y emocional de las mujeres. No hay empoderamiento, ni siquiera autonomía, si esto no conlleva el pleno desarrollo y bienestar integral de cada persona. Es aquí donde importa resignificar nuestro papel de «cuidadoras», haciéndolo propio, empezando por cada una, aprendieno a escuchar las propias necesidades, atenderlas amorosamente y priorizarlas; esto es el autocuidado. En culturas de hondas raíces como las mesoamericanas, el autocuidado siempre ha estado presente en la sabiduría de las abuelas, en la herbolaria sanadora, en el reconocimiento de la naturaleza como fuente de vida y bienestar, en la importancia de la alimentación, en la conexión con la tierra y muchos más saberes que nos viene bien retomar en el mundo actual.

El autocuidado, entonces, es la posibilidad de sanación, de esperanza, de restauración, en sus distintas dimensiones: material, mental, psicoemocional, espíritual y energética.

Aprender a poner límites, priorizar tu salud física y emocional, saber decir que no, identificar y dar tiempo prioritario a tus proyectos y relaciones interpersonales psicoafectivas y eróticas, descansar, aprender a relacionarte desde el buentrato, proporcionarte placeres en el sentido amplio (cualquier sensación, vivencia o situación que te genere bienestar), nutrirte en distintos sentidos son partes de esta propuesta de autocuidado feminista.

El autocuidado emocional no se puede reducir a una clase, a un libro o incluso a alguna terapia. Es una camino de introspección que nos invita a conocernos y a trabajar nuestras emociones, para aceptarnos, valorarnos, y amarnos incodicionalmente, algo necesario para establecer relaciones sanas y armoniosas con otras personas y en el entorno. También implica mayor conciencia social y ambiental, ambos importantes postulados del feminismo.

El autocuidado no es una apuesta exclusiva para las mujeres; es una aportación feminista a la integralidad, conciencia y bienestar de quienes integramos la humanidad, hacia la conformación de sociedades más sanas. Por ello es tan urgente lograr la corresponsabilidad en las tareas de cuidados, como el romper con el modelo de masculinidad hegemónico, porque necesitamos que mujeres y hombres tengan el tiempo de asumir la responsabilidad sobre su salud y bienestar.

Cabe decir que esta corriente también ha recibido su dosis de crítica entre quienes consideran que es un enfoque burgués o de privilegio, dada la precariedad en que viven muchas mujeres y niñas, y las distintas formas de opresión y explotación que confluyen en tantas, especialmente en los países del sur global. Yo pienso que ningún feminismo es incompatible con el autocuidado; al revés, es un componente sine qua non del quehacer feminista. Por favor, no dejes de leer el libro de Marcela Lagarde Claves feministas para la autoestima de las mujeres, para mí una de las mejores obras de esta gran antropóloga feminista que tiene que ver con el tema del autocuidado.

Si bien los estados deben promover y garantizar el desarrollo humano, a cada persona le corresponde tomar acción en el ejercicio de sus derechos. Por ello, las teóricas insisten en la importancia de cada acción orientada al autocuidado, como actos de resistencia impregnados de dignidad humana, ante un sistema económico que exprime e imposiciones patriarcales que oprimen.

Ana Vásquez Colmenares, autora del libro «¿Feminista yo? Guía básica para entender los feminismos y sus debates hoy».

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