Hay días en los que la vocecita ni aparece y soy la más feliz de pasar horas cocinando, de ir a los mandados y de trapear con los clásicos del rocanrol de Radio Felicidad al fondo. Pero a veces vuelve esa sensación, ya sea porque no dormí bien, porque me lastimé haciendo ejercicio, porque estoy presionada con el trabajo freelance o porque tengo que terminar este libro hoy mismo o algo grave va a pasar, y entonces me siento a las puertas del síndrome. Intento que Abuela no lo note, pero ni cómo saber si logro controlarlo del todo. Me dan ganas de pedirle disculpas, de decirle que a mí nadie me enseñó cómo cuidar, no así, pero no es posible porque una parte fundamental de nuestra relación es que no se diga que esto que hago es un trabajo.
SU CUERPO DEJARÁN, ALEJANDRA EME VÁZQUEZ
